mércores, 10 de xuño de 2009

** Alcanfor y lavanda

Mi abuela llenaba su armario de bolas de alcanfor. Estaba obsesionada con la idea de que las polillas pudiesen acabar con las sábanas de su ajuar. Todavía las conservamos, sábanas de algodón blanco delicadamente bordadas. Mis abuelos se casaron en el año 1942. El olor del alcanfor me produce sentimientos contradictorios: por una parte es el olor del armario de mi abuela y por otro es el olor de las beatas de mi parroquia. No sé si a estas alturas quedarán beatas en mi parroquia. Creo que pocas. Nuestro párroco es la antítesis del pájaro espino y eso, a la fuerza, tiene que influir en la devoción de las feligresas. Viejos problemas, viejas soluciones. Polillas y alcanfor. Las polillas son terribles. Trabajan lentamente pero sus efectos son devastadores. Las polillas que atacan el alma son igual de indeseables. También trabajan lentamente, también causan daños tremendos. Atacan por todos los frentes hasta que logran ahogarte. Un día por la noche te acuestas y notas que te cuesta respirar. Alarmado, al día siguiente vas al médico. Después de reconocerte te dice que tienes principios de asma y te receta Ventolín. Mentira. No es asma, son las polillas.

Resignado vas a la farmacia a por el inhalador. Al llegar a casa lees el prospecto y ves que solo es un broncodilatador. ¿Y las polillas? No sabes qué hacer, no sabes cómo vas a librarte de esa plaga que está empezando a minar tu vida. Alguna solución tendrá que haber, algo podrá hacerse.


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    En nuestra casa, los insecticidas se guardan en la estantería del garaje. Allí, el abuelo tiene allí un pequeño arsenal: insecticidas para las garrapatas, para moscas, mosquitos y arañas, para los pulgones de las plantas, para acabar con el mildium de las viñas, para las plagas de los tomates, veneno para las hormigas y pegamento para los ratones. ¿Pegamento para los ratones? No salgo de mi asombro, se trata de un pegamento que se extiende sobre la superficie por la que presuntamente circulan los roedores y estos se quedan atrapados en ella. No veo nada para las polillas. Normal, para las polillas solo hay dos remedios conocidos: el alcanfor, un producto altamente contaminante, y la lavanda. Voy al jardín, afortunadamente tenemos lavanda. Desafortunadamente, todavía no ha florecido. ¡Qué asco! Cuando las cosas se tuercen no hay una que salga bien. Unas friegas con unas flores de lavanda podían aliviarme. No puedo esperar a que florezcan las plantas del jardín, el tiempo está infernal y la cosa puede prolongarse demasiado. Lo mejor es pedir ayuda. Es un tema un tanto delicado, sí, pero mejor buscar ayuda que dejarse llevar por la voracidad de los insectos. Necesito una ¡colonia! Voy al Corte, está cerca de mi casa. Le comento a una dependienta que estoy buscando un perfume que huela a lavanda. Me enseña varios y durante un rato me dedico a oler los papelitos impregnados que ella me ofrece. Llevo cuatro o cinco y ya tengo la nariz completamente saturada, ya casi no distingo las fragancias pero me siento mejor por momentos. Miro a la dependienta y me doy cuenta de que es muy guapa, muy exótica. No me decido, le pido a la chica del Corte que elija por mí. Ella me recomienda su favorito, Eternity de Calvin Klein, y para convencerme me dice que también tiene notas de lavanda. Esta vez no puede ser, estoy a tratamiento, necesito lavanda, mucha lavanda. Ya está, la chica da en el clavo, tú lo que necesitas es Agua de Lavanda de Puig. Me dejo aconsejar, me siento tan bien allí que me quedaría toda la tarde oliendo papelitos, uno tras otro. Todas los perfumes me parecen estupendas y la chica muy guapa, pero que muy guapa, guapísima. No sé como no me había fijado antes en ella. Ya se sabe, las polillas del alma acaparan demasiado la atención. Al salir del Corte me siento un hombre nuevo. Acelero por la cuesta del parking y disfruto del sonido del motor de mi coche. Me siento bien, me siento renacer.




UN RELATO ESCRITO POR: Alvariño
Colaborador habitual de A Lareira Máxica

5 comentarios feitos. Deixa o teu!!!!! :

Julio Torres dixo...

Hummmmm canto botaba en falta estes relatos tan realistas de Alvariño. Son moi bos, amigo.

P.D.: A próxima vez que vaias ó Corte teslle que pedir o móbil a esa guapísima!!!!. Gustoume a resolución do problema coa lavanda. Eres único Alvariño solucionando os problemas!!!!

María dixo...

A min de Alvariño, mellor dito, dos seus relatos, gústame especialmente esa atención ó detalle tan propia súa.
Será que son unha fan dos detalles. Será que a min gánaseme cos detalles, cos pequenos detalles.
Sabe dios que será. Pero encántame Alvariño en versión relato, je je.

Anónimo dixo...

Está muy bien e incluso me atrevería a decir que contiene un mensaje de consejo o ayuda. Algo así como moraleja. La monotonía en la que posiblemente cae el protagonista, hace que por su interior, crezca un sentimiento de oxidación del organismo. Las polillas se apoderan de su alma. Lo van carcomiendo poco a poco. En su busca por encontrar soluciones, sin querer encuentra el remedio que no esperaba: El amor. Por lo que este relato nos invita en cierta forma a que no dejemos que nuestras vidas se apolillen. Busquemos nuestra lavanda, para ahuyentar las polillas de nuestro corazón. Bueno esta es mi opinión. A lo menos me gustaría que la moraleja del cuento fuese así.

Julio Torres dixo...

Coincido coa análise de anónimo/a. Non reparara nesta lectura que nos fai, a cal é totalmente acertado baixo a miña opinión. Por certo, aínda que non sei quen es, gracias polo teu comentario e benvido a A Lareira Máxica. Agardo seguir contando coa túa presencia e participación.

Un saúdo a tod@s
Carpe Diem

sonia dixo...

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