** Qué rabia da cando....!!! Dependentas listillas
TEO. MARIAM
Colaboradora de A Lareira Máxica

Qué rabia me dan las dependientas que van de listillas, y mucha más rabia me dan cuando se trata de una vendedora de gafas. He tenido la mala suerte de cruzarme con una inepta y ya está. Tenía pensado escribir este “Qué rabia...” en caliente porque, seguramente, me hubiese salido más inspirado pero cuando llegué a casa ayer teníamos visita y ya se sabe. Bueno, al tema, el sábado pasado fui a comprarme unas gafas de sol graduadas porque el síndrome del ojo seco que llevo sufriendo estos últimos meses me impide pensar en la posibilidad de volver a usar lentillas, por lo menos, por ahora.
Primero me pasé por la óptica de Gerardo, buenísimo profesional, aunque su óptica es cara, no sé si por la solera que tiene o por sus buenos trabajos. Como soy miope tienen que ponerme un cristal reducido. Gerardo echó cuentas y me dio un precio de 800 euros, con el cristal más reducido de todos y un montura fashion de no se que marca. Casi me caigo de la silla, la verdad. No tenía pensado gastarme más de 600 euros en las puñeteras gafas de sol graduadas. Le comento que me parece un poco excesivo y que haga el favor de mirarme otra opción. Dicho y hecho, el segundo presupuesto ya se queda en los 600 euros. Le digo que me lo tengo que pensar y me voy.
Y no fue excusa, tenía pensado pensármelo y el lunes ir por allí a hacer el encargo. En el trayecto de vuelta me encontré con otra óptica y entré a curiosear. Le pedí a la dependienta, todavía no sabía que era una inepta, un presupuesto para los cristales megareducidos y me dijo salían en 500 euros. Eché mentalmente cuentas y como la montura fashion que me recomendó Gerardo debia andar por los 200, llegué a la conclusión de que su óptica era cara, 100 euros más cara.
Esta conclusión me hizo dar otro paso más y pedir presupuesto para la segunda opción de cristales. Sorpresa de nuevo, me volvía a ahorrar otros 100 euros. Hasta aquí todo bien, ahora empieza la “fiesta”. Gerardo me eligió unas monturas divinas porque tiene un don para ver a una persona y saber que gafas le van bien, no sólo a su cara sino también a su graduación.
La inepta no. La inepta se empeñó en que tenía que elegir unas gafas de sol auténticas y que luego me cambiaban los cristales. Yo le sugerí si no sería mejor elegir unas de las gafas “normales” porque el abanico de posibilidades es mucho más amplio. Ella que no, erre que erre. Bueno, como en el aire flotaban los 100 euros famosos, la dejé hacer. Primer error, nunca dejes que un inepto tome el control. Voy probando y encuentro unas gafas que me gustan aunque me parecen demasiado grandes para un cristal graduado y así se lo hago saber a la inepta. Llega la hora de decidir sobre el cristal y la inepta me cuenta que es más la diferencia de precio que la diferencia de espesores entre una lente y otra, vaya, que me van a quedar bien. Segundo error, de 469 euros a 579 euros, hay 110 euros de diferencia, si alguien los paga es porque el resultado final no puede ser el mismo.
Ayer, a las 16:00 horas, fui a recoger mis nuevas gafas de sol y eran ¡un espanto!. Total, que tuve que escoger otra montura más pequeña y tuvieron que volver a tallar los cristales. ¡Madre mía, no sé como sigo viva! La inepta casi me fulmina con la mirada cuando le dije que las gafas me parecían espantosas. La inepta todavía se puso más cabreada cuando vió que yo no tenía la más mínima intención de traérme el espanto aquel a casa. Es que los carnavales ya han pasado y 469 euros son 78.000 pesetas de las de antes y yo, cuando me gasto ese dinero en unas gafas de sol, además de ver, quiero un resultado mínimamente estético. Además, fue ella misma la que me dijo que la diferencia de espesores no era para tanto y que todo iba a quedar perfectamente disimulado en la montura de pasta. Vamos, que me sentí engañada. Porque si el resultado es muy diferente se dice claramente y ya está. Sin más vueltas.
¡Tanto trabajo da ser claros! ¡Tanto trabajo da volver a tallar los cristales!
Bueno, al final escogí otra montura, tuve que pagar la diferencia de precio con respecto a la montura que había elegido en primer lugar, 20 euros, y mejoró un poco la cosa. Conclusión, me salió la broma en 489 euros. La inepta estaba tan cabreada que ni siquiera me regaló la bayetita para limpiar las gafas.
Y colorín colorado, este “qué rabia...” se ha acabado. La tarde de ayer fue larga y dio para más. De las 16:15 a las 18:00, hora que me indicó la inepta para recoger la segunda versión de mis nuevas gafas de sol tuve que hacer tiempo y como el rifi-rafe con ella me había dejado muy mal cuerpo no sé me ocurrió otra cosa mejor que una visita a la Catedral, por eso del olor a incienso y la recuperación de la paz interior. Nuevo “qué rabia de la tarde”: “Qué rabia me da que me fastidíen los momentos de paz”. Este promete, de veras. Próximamente.