luns, 15 de outubro de 2007

** Comunidades con corazón e esperanza. Parte 1


H ace ya algún tiempo, una niña soñó estar y compartir con los más pobres un tiempo. Con los años ese sueño se cumplió, no es el cuento de Cenicienta, ni la Bella Durmiente, ¡no, no!, era mi sueño, ¡ah!, no me he presentado, soy una simple ciudadana del mundo, llamada Sonia, que vive en Galicia (España).

Hoy escribo, desde Republica Dominicana, en Santiago, desde la casa de mayores de las Hijas de Jesús (zona situada en una zona de clase media-alta). Estamos en tiempo de relax, después de compartir con los que menos tienen. Afortunadas nosotras de poder ver tantos contrastes y ser, si cabe, más concientes de la cruda realidad.

Antes de comenzar a contaros mi brevísima experiencia en contacto con los más pobres, pedir perdón a todas mis compañeras por todos los errores cometidos en nuestra convivencia y agradeceros el haber estado ahí y la posibilidad de conoceros. También quiero dar gracias a las Hijas de Jesús por la posibilidad de vivir esta experiencia, por su ayuda, amabilidad y cariño.

He comprobado durante esta convivencia (momentos buenos y duros), que se puede compartir y estar, aunque cada uno sea diferente y piense diferente. Pena, que ha faltado tiempo para mostrarse una, con más libertad.

Es difícil expresar en pocas palabras los momentos vividos aquí. Me voy cuestionándome muchos aspectos a nivel personal, a nivel de la vida y de la zona donde he estado.

Una reflexiona, de forma más intensa, con que poco podemos vivir y cuanta dependencia tenemos, cuanta importancia damos a lo material y que poco dedicamos al ser, al estar con las personas, al ayudar, a ser verdaderos ciudadanos del mundo, a ser persona humana. Cuanto tiempo dedicamos en darle vueltas a cuestiones que no son tan importantes, aunque nos lo parezca y sino lo solucionamos nos hundimos.

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    Hemos visitado algunas zonas con contrastes diferentes y un lugar, allá perdido en la loma (montaña), dejado de las manos de Dios (decía una dominicana, cierto es), un precioso lugar: El Valle, …. Cuatro comunidades, con un paisaje impresionante y bello (es una pena que la tierra tenga tantas piedras, que dificulta la adaptación de ciertos cultivos, porque las raíces no se sujetan bien en el suelo. Los cultivos que más abundan son las habichuelas, el maíz, los aguacates y mangos. Sin embargo, choca tanta belleza y tan poco productiva).
    La belleza del paisaje y del lugar tiene un encanto especial, por el manto verde y florido de la zona, por la variedad de animales que allí hay (luciérnagas, mariposas de todos los tamaños y colores, insectos, sapos (macos), lagartijas que correteaban por fuera y dentro de las casas, los cerdos negros, caballos y vacas que se apartan al paso de la gente…) y sus cantos que alegran la noche y el amanecer. Estábamos en el paraíso, pero, en muchas ocasiones no lo hemos visto, tan centrados en los mosquitos, a los cuales todavía no nos hemos acostumbrado.

    Pero, lo precioso, el encanto de este lugar, radica sobre todo en las gentes, personas cercanas, sencillas, humildes, agradecidas, con una sonrisa en sus labios, un saludo lleno de energía (un abrazo fuerte, o un choque de manos intenso, lo viven, lo sienten.), dispuestos a ayudar, dispuestos a dar a cambio de nada.

    Y, una leve sonrisa, me hace recordar, los niños/as del lugar, saltando y corriendo, con gran vitalidad y energía, al principio un poco tímidos, pero enseguida se mostraron tal cual, cariñosos, cercanos, expresivos, traviesos.

    Parece mentira, una llega a un país extraño, con gente diferente y te hacen sentirte en casa, entras en sus vidas, te hacen sentirte importante, cuando somos un simple ser, un ser en la nada.

    Nuestra llegada, creo que para ellos significa esperanza. Sin embargo, la esperanza está en ellos, si despertaran, tienen un gran potencial que explotar. Si ellos quieren cambiar, si ven sus necesidades desde su punto de vista, pueden mucho, porque con unidad y esfuerzo lo pueden. Necesitan despertar. La gente de otros lugares puede llegar, aportar su granito de arena, pero siempre veremos las cosas de otro modo, bien diferente a ellos, la semilla verdadera y la esperanza está en ellos, cuando sientan que quieren volar, lo harán. Mientras, supongo que gente de unos y otros lugares llegaremos allí con nuestra ideas de lo que es vivir mejor (¿Tenemos razón?, ¿esa es la mejor vida? Todo me lo cuestiono.) y se intentará hacerles ver lo valiosos que son y lo que pueden hacer.

    Durante nuestra estancia, nos hemos hospedado, en una casa de lujo, en la casa del obispado, en nuestras tierras sería una casa de pobres. La casa era de piedra y cemento, con tejado de cinc, había un hueco entre el tejado y la pared de la casa, el suelo era de cemento. La casa tenia una cocina, una despensa, dos habitaciones con muchos colchones (viejos que se hundían), teníamos un baño. Para nosotras todo era un impacto, vater sin cisterna (para expulsar las necesidades usábamos un caldero con agua), nos duchábamos con la manguera o con calderos de agua, lavar la ropa a mano…lugares sin luz, esperar a que llegue el agua para llenar bidones, bichos que nos visitan, las mosquiteras en la cama….Je, ¡qué ironía! Cuan afortunados éramos, lo teníamos todo.



    PARTE 1ª dunha serie de tres entregas que forma parte dunha EXPERIENCIA HUMANA REAL







RELATO REAL ELABORADO POR: Sonia
Colaboradora de A Lareira Máxica

2 comentarios feitos. Deixa o teu!!!!! :

Anónimo dixo...

Estas son o tipo de experiencias polas que todos deberíamos pasar algunha vez para aprender a pararnos quietos máis de 5 segundos seguidos, para aprender a mirar o noso arredor, para aprender que hai vida máis alá dos nosos ombligos capitalistas pero sobre todo, para aprender a saber quen somos.
Pregúntome, o igual que o fai Sonia, quen son os que saen máis favorecidos dunha experiencia semellante, eles ou nos.

Anónimo dixo...

¡Qué bonito relato, qué bonito que na Lareira Máxica teña cabida esta historia, qué realidade tan dura! Gracias Sonia por compartir esta experiencia.