domingo, 15 de marzo de 2009

** El agrosexual

Leyendo un artículo me encuentro, así, de repente, con que desde hace no más de diez años tenemos entre nosotros a unos seres, raros, raros, que la moda se empeña en denominar metrosexuales.

Se dice que son hombres, pero que visten como mujeres, ¡oh!. Que se tiñen el cabello, broncean su piel, usan cosméticos, perfumes, mantienen bien depilado su vello corporal, e incluso no dudan en hacer uso de la cirugía para desarrollar su otro yo más femenino y así, en perfecta armonía con la ambigüedad, ensalzan su imagen en detrimento de la propia identidad con un objetivo claramente seductor y/o sexual. Vaya, que de lo que se trata es de pillar cacho, como siempre.

Claro, que según tengo entendido, los metrosexuales son definidos por su carácter urbanita, metropolitano, de ahí el nombrecito. Entonces los donjuanes de provincias, los de interior, ¿deberían denominarse aldeanosexuales, rusticosexuales quizás? Yo más bien me atrevería a acuñar la palabra agrosexual para denominar al mozo hortelano que, después de 14 horas con la azada al hombro y las albarcas llenas de barro, se refrota la sobaquera en la acequia, se engalana con la camisa franela de los domingos, se pone "tol pelo patrás" y se va al teleclub del pueblo a echar un tinto pa que le vean las mozas casaderas locales. Y ellas suspiran.



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    El agrosexual no necesita ir al gimnasio, goza de un bronceado que muchos ya quisieran y lleva una alimentación envidiable que le proporciona un buen aspecto físico. El agrosexual desarrolla un instinto cazador para el fin de semana, cultivado en sus largas horas de soledad en el campo o entre su ganadería. El agrosexual da una gran importancia a su apariencia física cuando sale de cacería, preparando concienzudamente todos y cada uno de los detalles que le asegurarán el éxito con las zagalas en edad de merecer. El agrosexual es una bestia imparable en el erial del amor y la seducción, es una mezcla entre la trogloditez del macho en celo y el amante trovador, poeta de verso tullido y entrecortado. El agrosexual es directo, implacable, un triunfador con los bolsillos repletos de billetes capaz de embaucar a las más difíciles hembras. El agrosexual nunca se va de vacío, nunca se queda en blanco ni a dos velas. El agrosexual no tiene reparos en descargar su preciosa mercancía en algún club de vuelta al pueblo, y presumir de ello, incluso. El agrosexual no necesita vestir como una nena y siempre marca paquetón. El agrosexual no se molesta si le confunden su hombría, es más, le gusta presumir de su inexistente homofobismo. El agrosexual se rodea de tipos no-agrosexuales que le parten la cara ipso facto a aquel que ponga en entredicho su masculinidad. El agrosexual, en resumen, es un líder, un triunfador en todos los campos que no tiene que adaptarse al medio, ya que consigue que el medio se adapte a él. El agrosexual no necesita ir por la vida demostrando nada a nadie puesto que tiene tierras, un gran Mercedes, paga rondas de cubatas a los no-agrosexuales y si dice que "siete sin sacarla" nadie duda que, a buen seguro, habrán sido ocho o incluso más.

    En las ciudades son conocedores de este tipo agrosexual y han creado su propia versión del galán rural, del Don Juan de pueblo, del seductor aldeano de toda la vida, llamándolo metrosexual. Pero vaya, ni puta idea. ¡Envidia cochina!




UN ARTIGO REMITIDO POR: Patxi
Colaborador de A Lareira Máxica

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